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Ayer 29 de diciembre, habíamos quedado con unos amigos estupendos, para pasar el día en El Escorial y ver su famoso Belén gigante.
Al principio nos chocó un poco, porque las primeras imágenes que vimos no nos gustaron demasiado, pero cuando empezamos a ver que habían recreado por muchas callecitas y plazas la ciudad de Belén, nos pareció increíble, sobre todo el trabajo que llevan las figuras. Lo que más nos gustó sin duda fueron los animales, estaban muy logrados, las personas, lo más difícil de conseguir eran las caras, pero madre mía el esfuerzo y trabajo, se merecen un gran aplauso…
Después de callejear, viendo el belén, un café calentito disminuirá un poco el frío… Justo en la plaza donde está el Ayuntamiento, hay un café con un escaparate ¡divino! y una bollería…
De nuevo a aprovechar los rayos de sol, para dar un paseíto antes de comer, y lo hacemos en la preciosa plaza donde está el Monasterio, no me canso nunca de ella y de ese lugar.
Se va acercando la hora de comer y sólo hemos conseguido en un restaurante, pero muy bien y casero sobre todo, las judías y judiones seguramente lo mejor. Comemos en lo que es la Casa de las Columnas. Una comida y una sobremesa muy agradable, como siempre que estas con personas a las que quieres y que además tienes muchas cosas en común. (Es posible hacer nuevos amigos pasados los 40, incluso muy buenos amigos).
Después para hacer tiempo hasta las 5, que abrían la Casa de la Cultura, para ver la bonita exposición de belenes, fuimos a dar un paseo por el pueblo, viendo las bonitas casas y el bonito paraje en el que está ubicado El Escorial.
Así llegó la hora de ver la exposición de belenes, uno en un pasillo, para ir recorriendo y ver las distintas figuras muy bonitas. El otro, en una de las salas de la Casa de la Cultura, donde hay unas vitrinas con belenes. Los niños hicieron su lista en orden de favoritos.
Las voces pequeñas reclamaban un chocolate calentito, y justo en frente un café precioso, recordándonos a los que se hicieron en el siglo XIX para organizar interesantes tertulias. El chocolate estaba exquisito, no había churros, pero no quedaron ni las migas del bizcocho y de los picatostes.
La tertulia y el agradable día va llegando a su fin. Siempre quedándonos con ganas de más, cuando lo bueno sabe a poco. Pensaremos cuando será la próxima.
Como bien explicas, fue un dia precioso por el entorno y sobre todo por la compañia.
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