Si Rouen fue intenso, el recorrido por la Costa de Alabastro además de intenso, fue impresionante, por fin veríamos lo más espectacular, que nos deparaba Normandía, los acantilados de la Costa de Alabastro. Lo que puede hacer la naturaleza es increíblemente hermoso.
De Rouen partimos a Dieppe y fuimos bajando hacía Étretat, encontrándonos muchas sorpresas en el camino.
Dieppe ciudad balneario muy famosa para los franceses e ingleses.
Aunque nuestro interés por esta ciudad estaba en su
Chateau-Musée, que contaba en ese momento con una exposición de un impresionista «Sickeit». (Terminó en septiembre). Por cierto para los profesores acreditados en Normandía la gran mayoría de la entrada a los monumentos, o son gratuitos o con precio reducido. ¡Acreditaros!
El castillo, el interior, las vistas un perfecto comienzo para lo que nos depara la Costa de Alabastro.
Para disfrutar de las vistas y de los pequeños pueblecitos cogemos la carretera D75, que recorre la costa. Entre Dieppe y St-Valery-en-Caux encontramos varios lugares donde merece la pena parar.
Sainte-Marguerite-Sur-Mer tiene una playa preciosa de agua helada, no olvidemos que estamos en el Canal de la Mancha, donde nuestro joven valiente se da un fresquito baño, cumpliendo eso de que hay que bañarse en todos las aguas, (me debo estar haciendo mayor porque no me apetece nada).
Seguimos camino para llegar al pueblo de Veules Les Roses, donde se libró una de las muchas batallas de la 2ª Guerra Mundial. Conserva una gran ametralladora rescatada de un barco y un bunker, además de la bonita vista.
Miradores como éste podemos encontrarlos a lo largo de la carretera.
Nuestro destino para comer es St-Valery-en-Caux, coincide que es «La Fiesta del Mar», hay puestos con mejillones y patatas fritas, sidra normanda que ayuda a que no llueva demasiado….
La amabilísima señora de la Casa de Enrique IV nos facilitó mucha información y planos de la zona, no fue necesario ir a la oficina de turismo. ¡Es estupendo conocer gente!
La lluvia corta nuestro paseo, ya nos parecía raro que en los días que llevábamos no había aparecido la lluvia, gran compañera de Normandía, pero son pocas gotas, antes de llegar al coche ya ha dejado de llover.
Siempre por la carretera de la costa continuamos nuestro camino, ahora a Fecamp, ciudad muy grande, pero de la que nosotros solo queremos ver el Cabo Fagnet, en las afueras.
Hay un aparcamiento entre el faro y unos «molinos de viento modernos» (energía eólica) de ahí sale un recorrido entre vacas, vistas a los acantilados y bunkers de la guerra hechos por los alemanes, que rodean todo el faro y una iglesia. Un paseo divertido y con preciosas vistas.
No nos da tiempo a probar su famoso licor benedictino porque nos espera la autentica joya de la Costa de Alabastro, Étretat. Mi afán de perseguir «rocas» originales, fabulosas, espectaculares y únicas nos lleva a ese magnifico lugar.
A partir de las 7 de la tarde ya no se paga en el pueblo y sus aparcamientos, y para no variar debemos ser los últimos en llegar, media Francia y personas de otros tantos países ya habrán pasado por Étretat, pero nosotros somos los privilegiados porque estaremos solos disfrutando de sus vistas y encima viendo anochecer , solo nos falta un detalle para que sea perfecto, pero creo que eso solo lo entendemos los tres que lo vivimos….
¡Cómo no enamorarse de Monet!
Un pequeño camino recorre los acantilados a un lado y un campo de golf al otro, no tengo palabras para describirlo, puede que las fotos reflejen algo de su belleza.
¡Cómo cambia un mismo lugar con diferente luz!
Podría seguir poniendo fotos, cada una me parece que capta un momento, un rayo de luz diferente, como Monet cuando repetía sus dibujos una y otra vez, pero en distintos momentos del día….
Justo cuando llegamos otra vez abajo, a la playa empieza a llover, está vez con más intensidad, entramos a resguardarnos a un restaurante a comernos unas estupendas galettes y una sidra normanda, mientras vemos como diluvia por la ventana.
Desde Étretat hay 90Km hasta Rouen, regresamos en silencio, cansados intentando recordar todo lo vivido para no olvidarlo y sobre todo pensando en volver otra vez en algún momento de la vida.