
De nuevo fin de semana fuera, Oporto significa, viaje, disfrutar, pero con una pequeña diferencia, es un viaje de empresa, con compañeros de distintos departamentos e incluso de otras ciudades (es lo que tiene trabajar en una empresa grande). Creo que es bueno, que es una suerte que existan empresas que «premien» a sus empleados por su día a día, por un trabajo bien hecho, (que es como se debe hacer) con un fantástico fin de semana con absolutamente todo incluido. Eso fue para nosotros el viaje a Oporto y al precioso Valle del Duero, un Premio. Me incluyo porque parte de ese premio me corresponde, por los años de paciencia,…
Después del primer día visitando bodegas y lugares muy bonitos, me doy cuenta que el premio tiene una doble intención, HACER, CONSTRUIR, FORMAR, QUERER FORMAR PARTE DE UN EQUIPO, SENTIR QUE ERES PARTE DE TU EMPRESA. Y eso es lo difícil que conseguir hoy en día en el mundo laboral.
Teorías de cómo gestionar un equipo de personas aparte, me limitaré a contar nuestra experiencia viajera, como miembro de un grupo a TODO INCLUIDO.
Ya la primera vez que visitamos Oporto, nos pareció una ciudad con mucho encanto, en esta ocasión nos «dejaríamos llevar».
Nuestro segundo día de viaje, realmente el primero de Oporto, teníamos programada toda la mañana visitando la ciudad con nuestra guía «Joana», muy paciente y encantadora, además de muy pendiente de todos nosotros, que no he dicho que éramos un grupo de 27 personas, entre premiados, parejas de premiados y otros representantes de la empresa.
Comenzamos a pie la visita desde nuestro hotel en pleno centro, justo enfrente del Ayuntamiento. http://intercontinental-porto-palacio-das-cardosas-hotel.hotel-ds.com/es/ Saliendo del hotel a la derecha ya nos encontramos con el primer edificio que todo turista visita en Oporto. La Estación de Sáo Bento.
La Estación de Sâo Bento está destinada a los trenes de distancias cortas, ocupa un antiguo monasterio. Pero esta estación es famosa por sus murales de azulejos de Jorge ColaÇo, realizados en azul y blanco, representando escenas de momentos históricos portugueses, de transportes y de fiestas rurales. Merece la pena la visita, se puede ver en unos 45 minutos dedicando tiempo a ver los murales.

Desde la puerta de la Estación podemos ver nuestra segunda visita, La Catedral, o Sé como se dice en portugués.
Iglesia fortaleza que se construyo entre los siglos XII y XIII, con muchas modificaciones entre sus muros.
Del siglo XII conserva un sencillo rosetón en una de sus fachadas.

Un retablo de plata que se salvó de la invasión francesa, porque se tapo con un muro y hoy se puede ver, aunque necesitaría una limpieza.
En el exterior una zona techada con azulejos en sus muros y unas preciosas escaleras.
En la salida de la Sé está una gran plaza llamada Terreiro da Sé donde se puede ver una bonita vista de la ciudad. En uno de los extremos una picota, puesta en los años de la dictadura de Salazar, puede ser, no se sabe seguro, si estaba ahí para avisar a la población de que debían ser afines a la dictadura. Una picota servía para acabar con la vida de las personas. Pero esta nunca se utilizó para ese fin simplemente se colocó como elemento decorativo de la plaza.
Bajando unas pequeñas escaleras que salen de la plaza la vista aún es mejor de la ciudad.
A partir de ese momento la visita consistió en ver las bonitas calles, las bonitas casas con azulejos, disfrutar de los colores y el sabor de la ciudad…
Su mercado cubierto llamado Bolhâo, llegamos unos días antes de ser cerrado para su restauración.
Nos recordó bastante al Mercado de La Boqueria de Barcelona, habrá que volver a Oporto para ver como queda después de la renovación.
En la bonita Plaza de la Libertad, donde está el Ayuntamiento nos tomamos una cervecita fresquita para poder continuar con el paseo.
Seguimos callejeando por Oporto hasta llegar a la hora de comer, ¡sabemos que en Portugal es pronto!

Me gustó especialmente la pared de azulejos modernos de Joana Vasconcelos, añadiendo un toque de modernidad a una tradición tan antigua en Portugal, como la utilización de los azulejos.
Llega la hora de comer y tenemos reservado en un sitio muy chic también de oporto, en una librería, pero eso lo cuento en otro post.
Después de comer, continuamos en solitario nuestro paseo, visitando la famosa Librería Lello, un bonito mercadillo callejero y el Hard Rock de Oporto.
La librería Lello ya era un lugar conocido en la ciudad, pero el rumor de que aparece en Harry Potter le ha dado aún más fama. Aunque no aparece realmente en ninguna de las películas, se cree que la escritora J.K. Rowling se basó en ella para describir la librería del Callejón Diagón.
Independientemente de Harry Potter, merece la pena visitarla, es preciosa, aunque la «fama cuesta», un total de 4€, con posibilidad de descontar en una compra en caja y teniendo mucha suerte de no tener que esperar «horas» de cola para entrar. Nosotros tuvimos suerte y entramos directamente después de comprar la entrada en una oficina en la esquina de la misma calle.
¡Eso sí, hasta arriba de gente! Cómo me pierden los libros compre un libro de un escritor portugués que me encanta (lo compré en español) José Saramago «Viaje a Portugal», que espero poder recomendar muy pronto.
Del mercado callejero no hay fotos, pero imaginar, puestos con mucha artesanía en azulejo, varías cositas cayeron,…
Una parada para ver el Hard Rock Café, y ver las curiosidades que tiene dentro (nos encanta ir a estos restaurantes de las ciudades que visitamos).
Un paseo por una de las calles más comerciales de Oporto, Rua Santa Catarina. Unos zuecos divino de corcho fueron la compra estrella.
Callejeando, callejeando nos vamos a nuestro hotel para ponernos un poco guapos para visitar y cenar en una de las bodegas de Vila Nova de Gaia…